domingo, 14 de septiembre de 2014

A veces...

"A veces, y el sueño es triste, 
en mis deseos existe 
lejanamente un país 
donde ser feliz consiste
solamente en ser feliz." 
A veces, me apetece compartir lo que llevo dentro a través de este blog. 
Pero, a veces, estoy cansada de pantallas, de electrónica y de depender de la puta conexión, de internet. 
A veces, solo necesito papel, bolígrafo, esa caprichosa imaginación, que tan pronto me embriaga como me abandona, y tiempo.
A veces, quiero olvidarme del estrés, de que si mi teléfono vibra es porque hay gente al otro lado. 
A veces, me basto conmigo misma y mis pensamientos. Altos, bajos, alegrías, depresiones. Angustia y ansia de libertad. Decepción y amor hacia la especie a la que pertenezco. 
A veces, tengo la necesidad que mis pequeñas grandes locuras crucen la distancia que separa mi mente de la de cualquier otro individuo, tanto como si es un centímetro, como si son años-luz, y aniden en su memoria. 
A veces, quiero crear conciencia, que cada persona tome nota del gran regalo que supone estar vivo, y de que tiene que amar a cada ser de esta, cada vez, para nuestra desgracia, menos salvaje madre Naturaleza, como a sí mismo. 
A veces, solo necesito oír, leer, sentir un: "te escucho", y gritar. Gritar no a la injusticia, a la crueldad, al poder. Gritar que solo quiero una humanidad libre. 
A veces, por mi cabeza pasa que es la Tierra la única que me comprende, la que más sufre, y a la que menos atención prestamos. Y que la quiero, la quiero con toda mi alma. Porque sin ella, no sería nada. Nadie lo sería. 
A veces, en cambio, creo que desvarío, que no sé nada, que no merece la pena lo que hago, digo, siento. 
A veces, la vida me pisotea, me desprecia, no quiere saber de mí. De mí, que solo intento quererla, porque es lo más parecido a lo infinito que tengo. No es eternidad, pero sí mi eternidad. 
A veces, necesito desaparecer casi tanto como respirar, no estar para nadie, que nadie esté para mí. Buscando soledad y calma dentro de un sistema obsesionado con cumplir horarios, contentar a las masas, estar dentro del estándar, atarse a una rutina y a la seguridad que esta aporta. De un sistema agitado y caótico que se ha olvidado de que nacimos para vivir. No para poseer, no, no me importan vuestras últimas compras, me importa que el Sol vuelva a aparecer cada mañana en el horizonte. Me importa ser feliz. Me importa vivir.
A veces vomito prosa y ansío conectar como lo hacen los grandes, aquellos que con simples palabras pueden alterar lo que había sido el mundo de su lector u oyente hasta ese momento. Aquellos que movilizan masas. Los que, a través de la conexión con sus iguales, eliminan alguna de las múltiples cadenas que hoy nos oprimen.
A veces gasto mi tiempo así, aquí, y me desahogo. 
Y, a veces, tú gastas el tuyo (¡y eso que jamás vas a recuperarlo!), leyéndome e introduciéndote en el más sucio rincón de mi negro corazón. Gracias.
En cursiva, dando inicio a la entrada, la primera estrofa de un poema del genial Fernando Pessoa.
PD: que sí, que algún día hablaré de Canadá, pero quizás este sitio desate mi inspiración, y yo no soy nadie para rechazarla.
¡Adiós, amiguitos!


viernes, 5 de septiembre de 2014

Recuerdos.

Se supone que esta entrada iba a ir sobre mi host family y mis primeros días en Canadá. Pero, últimamente (quien dice últimamente dice en este mes), he tenido un par de arrebatos de, digamos, inspiración, o quizás solo sea que he abusado de la droga. Vale, sí, la segunda opción es la más creíble, no sé a quién pretendo engañar. Bueno, vayamos al lío.
Este verano ha sido especial, muy especial. Praga, Campus Científico en Granada (y fiesta en Prado Negro), París y, antes de aterrizar aquí, dos días en la capital. Fueron, realmente, estos últimos los que me hicieron parar a reflexionar. Sobre vivencias. Sobre personas. Sobre recuerdos.
Llevo desde aquel 28 de marzo hablando con muchos de los becados. Así que, el día que por fin iba a conocer a todos a los que no había visto antes estaba, como poco, de los nervios y con unas ganas infinitas de poder abrazarlos. Pero solo tuvimos dos días, los cuales fueron algo así como un abrir y cerrar de ojos.
Y con muchos, inevitablemente, terminas pronunciando esa frase, la frase que no puede faltar en este tipo de despedidas, del estilo "tenemos que volver a vernos" o "¡hay que quedar!". Seamos sinceros, somos 100 personas repartidas a lo largo y ancho de España, las posibilidades de volver a ver a la mayoría, dejémoslo en que no son precisamente altas. Y esto, de primeras, es muy duro de asimilar.
Porque, sí, has estado físicamente con ellos muy poco tiempo, pero son incontables las noches de conversación (y debate), los hangs, las risas, las tonterías, el apoyo mutuo que solo puede llegar de alguien que está pasando justo por lo mismo que tú. Son parte de tu vida diaria, y los quieres.
Traté de darle la vuelta a algo que te deprime tanto como pensar en lo impotente que te hace la distancia. Esto es parte de la vida, queramos o no. Hay gente que está en la tuya mucho tiempo, otros solo han pasado 48 horas contigo en un hotel y no los vas a volver a ver. Nada sería tan intenso si no supiéramos que se va a agotar. Cada vez que pestañeas, una realidad muere para que otra pueda nacer. Nada es exactamente igual que hace un segundo. Ahora, mientras lees esto, el Universo cambia (y tú pierdes el tiempo leyéndome, indecente).
Y aquí es donde entran en juego los recuerdos, todo lo que vives es irrepetible, nada pasa exactamente igual dos veces. Es, a su manera, mágico.
Lo que me queda de este verano es atesorar recuerdos. Recuerdos de lugares con un encanto que no sería capaz de describir, pero sobre todo, recuerdos con personas. Y tengo que guardarlos en cajones de la memoria diferentes.
Porque Ohana volverá a liarla parda en solo unos meses, Paquito tiburón volverá a ser aclamado por un grupo de borrachos y las Martínez volverán a largar de todo ser vivo cualquier noche. Pero, sin embargo, no creo que Granada vuelva a vernos a Elisa y a una servidora berrear Senyor pirotècnic mientras corremos como posesas, ni a los físicos vacilando a cualquiera que se les ponga por delante (somos mentes superiores, nada más), ni al baile de la fruta y tampoco creo que La Ramona despunte de nuevo entre los éxitos de los buses de la ciudad nazarí.
El personal del NH Parque Avenidas no va a tener que volver a aguantar a los Spanadians (sobre todo los aplausos y carcajadas de la mesa de los popus), y todo ese miedo compartido no va a volver a darse. No voy a volver a escuchar muchas risas contagiosas, ni tampoco alguna que otra gran voz. No va a haber más fotos de familia.
Por eso es que hablaba de un verano especial, por eso es que intento guardar cada detalle. Será que en un futuro quiero ser ese tipo de señora mayor que cuenta batallitas a cualquiera que se preste a escucharla. O quizás simplemente sea que sufro la morriña de estar lejos de casa.
En cualquier caso, volveréis a oír (leer) de mí.
¡Adiós, amiguitos!

lunes, 1 de septiembre de 2014

El principio.

Todo lo dicho aquí hasta ahora (aquí o en cualquier sitio), todo, ha sido sobre papel mojado. Ha servido, quizás, como desahogo entre becados, y como explicación hacia el resto del Universo. Pero papel mojado. Sin más.
"¿Por cuánto tiempo te vas? ¿Te quedas con una familia o en una residencia? ¿Te convalidan el curso? ¿Qué asignaturas vas a dar? ¿Cuáles son las temperaturas normales allí?..." Llevo meses contestando a esta clase de preguntas, resolviendo cualquier tipo de duda a familiares, amigos o curiosos en general, como si tuviese todo muy claro, como si estuviera tremendamente segura de esto que acabo de hacer.
Pero, sinceramente, ahora mismo tengo la sensación de no saber nada, de que todo ese miedo que no tenía haya venido en tromba, de haberme quedado para mí las dudas ya resueltas de cara al público. Y es que por primera vez estoy escribiendo en el blog desde el otro lado*. Sí, es tan jodidamente acojonante como suena. Sin suavizar.
Estoy aquí. Aquí. En Canadá. Asombrada, como poco, de la magnitud de esta hazaña que acabo de comenzar. Parece que fue ayer cuando Sevilla me vio llorar de alegría por haberlo logrado. Pero no, no fue ayer. Fue hace más de cinco meses.
Parece que al tiempo le guste jugar al despiste, ser diente de león y volar sin que puedas hacer nada para atraparlo y, cuando le apetezca, pararse. Y no negocia. Le gusta sentirse poderoso, tenernos a sus pies.
Cuando escribo en este plan me da la sensación de que parezco una yonki colocada (¡Zasca! ¡A la mierda la lírica!), así que, hablemos de lo que mola.
Os sitúo: 24 de agosto por la noche. Todas las despedidas finiquitadas y el drama superado. Paloma vs maleta, la batalla definitiva. Todo tan apretado como las lorzas de una choni cualquiera en un vestido de plástico que simula cuero cualquiera en un viernes de botellona cualquiera. Vosotros me entendéis. Pero, al fin y al cabo, terminado.
La gente normal y con sangre en las venas no pudo dormir. Yo con sueño puedo dormir aunque hayan tirado una bomba en el edificio de al lado. Ventajas de ser un empanado (con el cambio de género no quedaba tan guay, lo siento).
Lunes 25. Despertador sonando a las seis de la mañana. No me gusta que me levanten temprano ni para esto. Mala hostia mañanera mezclada con mi madre al borde de un ataque de nervios. La cremallera de mi mochila decide que no quiere vivir. Fiesta. Ya en la estación, decir adiós a mamá y saludar, por fin, al resto de gaditanos. Y ver a Gonzalo llorar y reírme de él.
El viaje en tren hubiera sido mucho mejor con todos en el mismo vagón, pero mis deambulaciones en busca de conversación tampoco estuvieron tan mal. Ni que casi nos echaran del vagón restaurante por el ruido. Gaditadians facts.
De los dos días en Madrid podría pasarme siglos escribiendo. Pero solo voy a dar las gracias a cada becado por el buen rollo y por hacerlos inolvidables. Así da gusto, sois enormes. No con cualquiera se hace tan genial ese puente entre la vida antigua y la nueva. Gracias.
He de hacer mención especial a las caras de la gente que nos conocía a Nirvi y a mí cuando les dijimos que estábamos juntas en la habitación. Y todos los: "No, no puede ser. La que vais a liar... ¡Qué potra tenéis!" Dejadlo, somos divas y ya.
Me quedo con dos anécdotas. El "¿esto no es demasiado grande para metérselo en la boca?" y la cara tan dura que tuvimos Alv y yo al emparejarnos cuando pidieron que lo hiciéramos con alguien a quien no conociéramos. Otro par de divos.
El viaje, tan cansado como se imagina. Ocho horas y media entre Madrid y Toronto, más la espera en el aeropuerto más, por último, el vuelo hasta Halifax.
Y como esto está empezando a ser largo y supongo que aburrido para los lectores, hablaré de mi familia y mi pueblo pronto, muy pronto. Y también haré un hueco más grande a los Amancioners.
¡Adiós, amiguitos!
*Es por esta canción que me gusta llamar a Canadá el otro lado, aunque realmente este aún ande lejos. Y es que hay penas que solo pueden curarse aquí. Pero este, ya sí que sí es otro tema.