jueves, 29 de enero de 2015

1/2.

Supongo que hubiera quedado mucho mejor que hubiese publicado esta entrada el mismo 27, justo a la mitad de la experiencia. Supongo también que he dejado muy de lado eso de hablar sobre Canadá por aquí. Es suficiente con proponerme algo para no conseguirlo, así soy yo.
Han pasado demasiadas cosas en cinco meses como para intentar contarlas de golpe, así que me centraré en cómo me siento ahora mismo, en medio del camino, y con el tiempo jugando en mi contra. No, no es tanto como parecía al principio.
Ya sé lo que me gusta y lo que no de mi vida aquí, ya tengo mi rutina y mis aficiones, amigos, grandes profesores, cuento con no solo con una sino dos nuevas familias (gatos y perros incluidos), ya no me hace tanta ilusión la nieve ni me siento perdida en el instituto.
Y si cada momento es único, aquí lo es mucho más, y empiezo, casi sin darme cuenta, a valorarlo. A pensar no solo en lo que ha sido este tiempo o será el que queda, sino en lo que pudo haber sido. Que sí, que es una tontería, que aún no tenemos máquinas del tiempo para combatir eso (tampoco quiero una), pero es algo inevitable.
Abres cada vez más los ojos al mundo, y cada nueva persona deja una pequeña o gran marca en tu ser. Hace poco me tuve que despedir de compañeros de distrito que solo se han quedado un semestre, ahí fue cuando me di cuenta. Tuve una conversación muy interesante con un chaval alemán, con el que solo había hablado un par de veces. Zas. Ya está. Ya se ha ido. Una chica brasileña siempre me saludaba muy simpática. Ahora está volando a casa. Adiós.
La vida no está solo compuesta por las personas que son o fueron, siempre quedan ahí las que pudieron haber sido. Podrían haber sido una noche, un mes, o todos los años que te quedan. Quizás si hubierais cruzado dos palabras no os hubierais vuelto a separar. Puede que llegaras demasiado tarde o demasiado pronto. Quién sabe. Quién sabe si te deben una noche o una vida.
Aun así, de cualquier modo, lo que fue y lo que no fue me hacen llegar a lo que soy ahora, y a dónde estoy. Y donde estoy es a mitad de algo no tan nuevo, algo que se agota y tiene los días contados. Un año irrepetible, lleno de experiencias, un año donde te pierdes y te encuentras, donde conoces más significados de la palabra soledad  y te das cuenta de quién está ahí y quién no. Y no solo eso. Es que ya no soy una niña, es que en setiembre de 2016 estaré sola en una nueva ciudad, y entonces la seguridad de casa, del pueblo, todo queda atrás.
Y aquí sigo yo, poco a poco, construyendo con pasos indecisos mi historia, entrometiéndome en historias ajenas. Y me gusta, me gusta lo nuevo y el no esperar nada de mañana aunque dé miedo.
"No es oro todo lo que reluce,
ni toda la gente errante anda perdida."
Con el tiempo que me queda quiero jugar, quiero exprimirlo, aprovecharlo. Quiero seguir riendo y llorando. Sintiendo. Estoy en la cima del mundo. Estoy viva.
En cinco meses nos vemos, o en cinco meses nos decimos adiós.

PD: no suelo ponerme fecha en cuanto a próximas entradas, pero es prácticamente seguro que este domingo haya una. Es 1 de febrero, una fecha especial...
¡Adiós, amiguitos!

jueves, 8 de enero de 2015

Je suis Charlie.

No suelo usar el blog para hablar de política, pero me parece que hoy es un buen día para empezar a hacerlo.
Asistimos a un espectáculo en el que el mundo parece estremecerse por la pérdida de doce vidas en París. Acontecimientos tan terribles como este destapan la hipocresía de una manera impresionante.
En primer lugar, la de aquellos a los que solo les importan cierto tipo de víctimas. ¿Los civiles muertos en guerras que ocultan intereses monetarios? ¿Los inmigrantes que el Estado asesina cada día negando su asistencia sanitaria o devolviendo "en caliente" a su país de origen? Eso son víctimas de segunda, la mayoría parece insensible a titulares del tipo: "Bombardeo causa 200 muertos en la franja de Gaza". A veces no parecen muertos, son solo números. Como si unas vidas tuvieran más valor que otras.
Por otra parte, me está tocando escuchar comentarios islamofóbicos y racistas. "Están locos estos moros". Todos los creyentes de una sola religión considerados terroristas por aquellos que escuchan lo que la televisión les dice, que captan el mensaje, ese miedo a un enemigo inexistente y lo toman como propio. Y es que a alguien hay que culpar. Esperanza Aguirre, en twitter: "El yihadismo quiere atacar nuestra civilización, la forma de vida que nos hemos dado los occidentales y que tanto nos ha costado conseguir." Esperanza, siempre dando buen ejemplo. Ejemplo de política del miedo, digo. Lo que no conviene que la gente sepa es cómo y por qué surgió el extremismo en Oriente, cómo Estados Unidos ha entrenado y ayudado a grupos de esta índole con el fin de tomar el control en ciertos países. Pero el que es cacheado en las fronteras, el que tiene que soportar el racismo cada día, es el ciudadano musulmán honrado. Y la que gana, la que gana es la derecha más salvaje. Este ataque terrorista le ha servido la victoria en bandeja a Le Pen. Parece que la vieja Europa olvida fácil su pasado.
Pero la hipocresía en la que me quiero centrar hoy es en la del Gobierno de nuestro país. Por supuesto, ha condenado el atentado, el ataque a la libertad de expresión. Es curioso que lo hagan cuando hace tan poco aprobaron la criminal Ley Mordaza o la de Protección intelectual, y más aún, cuando hoy hemos leído estas dos noticias:
1. Alfon ha sido condenado a 4 años de prisión. Detenido en la huelga del 14N, y acusado sin pruebas de cargar una mochila con explosivos, mochila que en todo momento defiende que no llevaba al salir de casa y en la que no están sus huellas. Alfon no es más que otra cabeza de turco, síntoma de que la clase dominante tiene miedo a que los obreros despierten, porque un pueblo unido y con conciencia de clase es algo que no pueden permitir, y devolver su miedo en forma de represión es lo único que se les ocurre.
2. Facu Díaz ha sido acusado imputado por la Audiencia Nacional. ¿El motivo? Un sketch cómico, del que dejo el link más abajo.
Y tienen la cara dura de hablarnos de libertad de expresión, esa misma que nos quitan con cada ley que aprueban, a la que violan sin escrúpulos. En este país la dictadura nunca se fue, le pese a quien le pese.
Entre todo el asco a la reacción producida por este suceso, tengo hueco, por supuesto, para el rechazo a este tipo de violencia y actos criminales. Que no os engañen, los dibujantes muertos son de los nuestros, no podemos permitir que se conviertan en mártires para el sistema, solo porque es lo que vende. Dos de ellos, de hecho, eran simpatizantes del Partido Comunista Francés. Si en vez de por la tragedia hubieran saltado a la fama por cualquier viñeta en contra de algún líder occidental, la historia habría cambiado mucho, y se hablaría de libertad de expresión en términos muy diferentes. Qué fácil resulta hacer propaganda a costa de vidas ajenas.
Todo mi ánimo a los compañeros franceses. Recordad, los ideales son a prueba de balas.
¡Adiós, amiguitos! ¡Hasta la victoria siempre!