jueves, 17 de abril de 2014

Somos como las estrellas.

Somos como las estrellas. Así, dicho a bote pronto, sin anestesia ni nada, parece una locura. Y quizás lo sea, pero puede que, si os lo explico, llegue a tener incluso sentido para vosotros. O, bueno, sigáis pensando que necesito tratamiento en un psiquiátrico (y lo más probable es que llevéis razón). En fin, continúo con lo mío, que empiezo a irme por los cerros de Úbeda.
En primer lugar, en el cielo, tenemos a esas estrellas que brillan mucho y son muy grandes, esas a las que más atención prestamos. Lo más curioso es que puede que sean insignificantes y lo más probable es que carezcan de importancia para el resto del Universo, pero nuestro cielo no sería lo mismo sin ellas. Las vemos tan grandes y nos iluminan tanto porque están cerca. 
Estas estrellas no son ni más ni menos, que nuestros grandes amigos y nuestra familia. Ellos no son importantes para el resto del mundo, pero son el nuestro. Por muy pequeños e insignificantes que sean en realidad, para nosotros son enormes. 
También ocurre el caso contrario, esas estrellas gigantes e importantes dentro de la configuración del espacio que no nos dicen nada, que vemos pequeñas y a las cuales no prestamos atención alguna. Pero, quizás, si nos parásemos y las observáramos, nos llenarían más que cualquiera que tenemos cerca. Son esas personas que forman tu día a día, son como los extras de la película que es tu vida, aquellos que podrían aportarte mucho más de lo que crees si los dejaras. 
Quizás mis estrellas favoritas, como las de casi todos, sean las fugaces. Esas que casi nunca vemos, que pasan un tiempo muy corto a nuestro lado, pero que son también las que no se olvidan. Estoy segura de que habéis tenido estrellas fugaces en vuestra vida. Personas que, en un período muy breve, dejaron una huella en vosotros más grande que la de cualquiera que lleva toda la vida ahí. No sé a vosotros, pero a mí me produce una gran melancolía esto de hablar de estrellas fugaces, porque sabes que no vuelven a pasar por tu cielo, por mucho que lo desees.
Por último, está esa estrella que no parece serlo, el Sol. La que tenemos tan cerca, la que necesitamos si queremos seguir adelante, la que nos da la vida y la que nos la puede quitar, a la vez. Esa que cuando está, todo es luz, y cualquier rastro de otra estrella desaparece sin más, esa alrededor de la cual gira nuestro mundo, y aquella que nos ilumina, incluso pudiéndonos llegar a quemar. Nuestro Sol no es ni más ni menos que la persona de la que estamos enamorados. 
Ya os lo dije, somos como las estrellas. Y supongo que leyendo esto, al igual que a mí escribiéndolo, se os habrán venido a la cabeza varias personas, para bien o para mal. 
Espero que ahora no consideréis una gran locura eso de que somos como las estrellas, o que al menos os haya entretenido o hecho pensar un rato esta tontería. Pero, por encima de todo, deseo que tengáis un Sol, y que este os ilumine con fuerza, porque la vida no es tan bonita si los días están nublados y, mucho menos, si vives en la oscuridad.
¡Adiós, amiguitos!

4 comentarios:

  1. Qué bonitoooooooo. Ma guztao, peaso fea. Me ha resultado poco tú la parte del "Sol", pero oye que me gusta igual. Sube más a menudo, bicho. Tkm wpa.

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  2. Jajajajajajaja, sé que me amas, no finjas, porque no sirve de ná. Es que joe, ma salío así, déhame.
    PD: pronto te spamearé, porque sí, porque puedo.

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  3. Ramone,
    ya te he dicho mil veces lo que me gusta esta entrada. Y te lo digo de nuevo por que soy así de guay. Es increíble, y no podría haber encontrado otra forma dejor de redactar lo que expresas en este post.
    Escribes genial *.*

    Lydia Pinilla

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    1. ¡Qué amor que eres, joe! Tu blog sí que es genial, me encanta leerte, artista.

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